La dignidad no tiene precio

El banco del que soy cliente, una empresa solvente de IBEX, me retiene un cheque conformado de otra entidad bancaria, también miembro del IBEX, expedido por otra compañía del IBEX que quiere pagarme. El motivo de la retención durante días es «por precaución». Por precaución no diré lo que pensaba después de recibir la llamada, mientras me dirigía a El Vendrell a ver a unos miembros de la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca que habían ocupado un bloque de viviendas. El inmueble también había sido propiedad de una renombrada entidad bancaria del IBEX y que, ahora como por arte de magia, es propiedad de todos, es decir del Banco Malo ya que poseemos vía Presupuestos Generales del Estado un 45% de las acciones.

Esa mañana conozco, junto con Mercè Ribè, la periodista del Punt Avui que escribirá el reportaje » Vida al Bloc 47″, a Juan José y Aurelio ambos con 47 años a las espaldas. Una edad en la que en este país uno tiene la sensación de ser una molestia. Ellos, junto con otros, dieron una patada en la puerta del Bloque 47 y lo ocuparon en cuerpo y alma. En cuerpo, porque rehabilitan con su trabajo unas viviendas saqueadas por delincuentes y empresarios que querían cobrar sus deudas. Y en alma, porque le han dado una vida nueva al edificio y a las familias, que viven en él. Y además hacen labores sociales de asesoramiento y de apoyo para otros que pasan por dificultades como ellos. Sustituyen a nuestras instituciones públicas al mismo tiempo que son ignorados por ellas. Y sustituyen con su trabajo la dignidad que Gobierno y Banca intentaron arrebatarles inútilmente.

Salimos Mercè y yo del edificio, emocionados y mas convencidos que nunca de que hemos tocado fondo en nuestra paciencia colectiva como sociedad y que, de una manera u otra, nosotros también daremos una patada en una puerta pero mucho más grande y robusta. Por cierto, veo en la pantalla del ordenador que el IBEX está subiendo.

Gracias a Juan José y a Aurelio por vuestra infinita paciencia y por vuestro esfuerzo para hacernos a todos un poco mejores.

La crisis sin final

Cuando decidí hacerme autónomo, allá por el año 2007, obligado porque mi antigua empresa decidió prescindir de mi y porque me horrorizaba la idea de ir a la oficina del paro, pensé que sería duro. Y lo fue.

Y entonces empezó la crisis. Le cambió la cara a este país: se entristeció, se arrugó, se escondió dentro de un caparazón de resignación. Empezaron los deshaucios, los despidos en masa y los recortes; la gente cada vez estaba más apagada.

En este contexto gris y apático, una parte de la sociedad no se resignó. Empezó en Barcelona en 2009 como un tímido movimiento de autodefensa contra los desahucios, provocados por una kafkiana política económica y social en la que se primaron los intereses de los bancos y las cajas contra los derechos de las personas: la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca la PAH. Después vino la sentencia de l’Estatut, cuatro años después de su aprobación en el Parlament, en el Parlamento español y en referéndum. Un año después llegó el movimiento 15M y más tarde una huelga general. En Catalunya, se funda la Assemblea Nacional Catalana.
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El ánimo de la gente empezó a cambiar: de la resignación a la rabia, de la rabia a la protesta y de la protesta a la acción política y social. Yo continuo de autónomo y continuo haciendo fotos, es lo que sabemos hacer, aunque ahora raramente llenen portadas, se quedan en el ordenador esperando mejores tiempos. Reviso las fotos de estos años y confirmo que fue duro, que es duro y que continuará siendo duro.